Semblanza

Por Gonzalo Ortiz Crespo[1]

Su carcajada franca es lo primero que se me viene a la mente cuando evoco a Luis Valencia Rodríguez. Lo visualizo en la cabina de un avión, de Saeta, me parece, y rememoro mi sorpresa de que un señor que parecía tan serio y atildado pudiera no digo sonreír sino reírse a mandíbula batiente y a un volumen que no dudo en llamar estruendoso. Fue cuando conocí de cerca a Luis Valencia, al acompañar, como periodista del diario Hoy, junto con diez o doce colegas, al presidente Osvaldo Hurtado a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Ya lo conocía como figura pública pero fue entonces que descubrí la faceta humana de Valencia, y desde entonces lo consideré un hombre que no solo acostumbraba emplear las sutilezas de la diplomacia sino también el trato personal abierto y sincero.

Después, tendría más ocasiones de compartir con Luis Valencia, por ejemplo en la visita oficial de Hurtado a República Dominicana o, antes, en los afanes de la Conferencia Económica  Latinoamericana que se celebró en Quito en enero de 1984 y que en la Sección Económica del diario Hoy cubrimos con especial esmero. Dicha Conferencia, a la que asistieron  representantes  de 26 países de la región, entre  ellos varios Jefes de Estado, fue organizada por la Cancillería bajo la batuta de Valencia. La Conferencia aprobó la Declaración de Quito, con capítulos acerca del comercio, la seguridad alimentaria y, sobre todo, la deuda externa, dado el empeño, no muy exitoso por cierto, de Osvaldo Hurtado de despertar la solidaridad latinoamericana frente a lo que estaba aconteciendo con la deuda externa.

Luis Valencia fue el arquitecto de aquella conferencia, y presidió la fase ministerial previa, que pergeñó y consensuó el borrador de la  Declaración de Quito y su Plan de Acción, que luego fue entregado por misiones especiales del Ecuador a los Gobiernos de los países desarrollados. El afán de Hurtado no era, por supuesto, crear un Club de Deudores, pero para los acreedores no pasaron desapercibidos los intentos de coordinación regional frente al devastadora crisis de la deuda externa, que asolaría América Latina y sería la causa de la “década perdida”, y aquellos acreedores la boicotearon sistemáticamente.

Lucho Valencia fue precisamente quien presidió la misión especial que entregó la Declaración y Plan a la Comunidad Económica Europea (como aún se llamaba) y a los principales gobiernos europeos. Había sido Ministro de Relaciones Exteriores desde noviembre de 1981 y lo sería hasta concluir el mandato de O. Hurtado.

Ya había sido ministro de Relaciones Exteriores en una ocasión anterior, bajo la Junta Militar de Gobierno, desde diciembre de 1965 hasta el 31 de marzo de 1966. Dos días antes de que renunciara ya había cambiado el Gobierno, porque, en efecto, el 29 había sido nombrado presidente interino Clemente Yerovi Indaburu, tras la caída de la Junta Militar, en medio del caos que se había generalizado en el país. ¿Cómo fue posible que Luis Valencia permaneciera aún como ministro y solo renunciara dos días después? El hecho no solo es una anécdota personal sino una actuación nacida no de indelicadeza alguna sino, justamente, de su deber patriótico.

La primera vez que se lo oí contar fue en un escenario solemne: la Asamblea Constituyente de 1966-67. Allá fue invitado para que explicara lo acontecido. Y, subido al podio, en el salón del pleno (que no tenía aún ni lo tendría por las siguientes dos décadas el mural de Guayasamín), relató que, aunque el 29 de marzo se había depuesto a la Junta Militar de Gobierno, la mañana de ese mismo día había citado al embajador de EE. UU. y le había entregado la notificación oficial por la que el Ecuador ponía término al Modus Vivendi celebrado con ese país.

Lo había hecho porque ese había sido el propósito central de aceptar en diciembre del 65 el ministerio de Relaciones Exteriores a poco de haber ascendido a embajador: dar de baja aquel Modus Vivendi que él consideraba lesivo para el Ecuador.  ¿Por qué? Porque aquel Modus Vivendi autorizaba a los buques pesqueros estadounidenses faenar en las aguas territoriales. Como se sabe, desde la Declaración de Santiago de 1952, Ecuador se había adherido a la tesis de las 200 millas, es decir que sus aguas territoriales se extendían hasta ese límite. El Modus Vivendi, que la Junta había aceptado por presión de EE. UU., permitía a la flota californiana del atún pescar fuera de las 12 millas pero dentro de las 200, es decir justamente en la zona en que transitaban los cardúmenes de atún.

Esto, para Luis Valencia y para los diplomáticos ecuatorianos, traicionaba el acuerdo del Pacífico Sur de mantener el límite de exclusión de 200 millas. Y es lo que había llevado al entonces canciller a mantener la audiencia al embajador de EE. UU. para entregarle la denuncia del Modus Vivendi. El 31 de marzo Luis Valencia acudió, a su vez, al Palacio de Gobierno y entregó al presidente Clemente Yerovi la renuncia del cargo de Canciller, explicándole la razón de su demora: la terminación del instrumento lesivo. Como contaba Valencia, Yerovi entendió perfectamente, más aún dejó constancia de que, al permanecer al frente del ministerio, Luis Valencia había resguardado el prestigio  internacional del país.

Y lo había hecho a pesar de que el país vivía en manifestaciones constantes de protesta contra la Junta, la que seguía respondiéndolas con represión, tanto que el 25 de marzo se había producido la incursión de las Fuerzas Armadas en la Universidad Central, lo que en vez de acallar intensificó la protesta y desembocó en que el  Estado  Mayor General  de las Fuerzas Armadas resolviera deponer a la Junta y entregar el Gobierno a un civil.

Todo esto tuvo que explicar Luis Valencia en la Asamblea  Nacional Constituyente de 1967, la cual había tenido apasionadas discusiones al respecto, de las que, como joven cronista parlamentario, informé a los lectores del diario El Tiempo. La explicación de Luis Valencia fue tan clara y contundente que la Asamblea Constituyente resolvió declararle “merecedor del Bien de la Patria”.

No quisiera abundar en otros aspectos de la vida del canciller Luis Valencia Rodríguez, cuyo fallecimiento nos ha dolido a todos quienes le conocimos, pues lo que he trazado en las líneas anteriores se basa en mi experiencia directa con él, que cimentó la amistad con que me honró. Otras plumas más autorizadas  describirán mejor en este número del Boletín Bibliográfico su tarea diplomática e intelectual a lo largo de su  fructífera vida.

[1] Sociólogo, periodista, historiador, novelista. Miembro de Número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua y Correspondiente de la de Historia. Actualmente se desempeña como Asesor del Ministro de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana.

Biografía

Por Pablo Núñez Endara[2]

Luis Valencia Rodríguez nació en Quito, el 5 de marzo de 1926. Estudió en el Colegio Nacional “Mejía” y luego en la Universidad Central del Ecuador donde recibió el título de doctor en jurisprudencia y abogado de los tribunales de la República (1951). Como especialización, siguió el V Curso de Asesores Legales de Gobierno, Londres (1968-69).

Ingresó al Servicio Exterior Ecuatoriano, previo concurso, el 5 de septiembre de 1944 para ocupar el cargo de Amanuense. De 1957 a 1959, ya con el rango de Consejero, fue trasladado a la Embajada del Ecuador en Argentina, desde donde fue designado a la Misión Permanente del Ecuador ante las Naciones Unidas, Nueva York, hasta 1964 en que volvió a la Cancillería, para ocupar el cargo de Subsecretario Político y después de Asesor Técnico Jurídico. Desempeñó luego la Subsecretaría General. Ascendido a la categoría de Embajador el 25 de agosto de 1965, el 14 diciembre de ese año fue designado Ministro de Relaciones Exteriores por la Junta Militar de Gobierno, cargo que lo ocupó hasta marzo de 1966.

Entre 1969 y 1979 desempeñó las funciones de Embajador del Ecuador en Bolivia, Brasil, Perú y Venezuela. De regreso al Ecuador en 1980, volvió a ocupar el cargo de Asesor Técnico Jurídico de la Cancillería. Durante el gobierno del Dr. Osvaldo Hurtado fue nombrado Ministro de Relaciones Exteriores, dignidad que la ocupó desde el 4 de noviembre de 1981 hasta agosto de 1984. Al concluir sus funciones como Ministro fue llamado por la Corporación Andina de Fomento (Caracas) para ocupar el cargo de Asesor Legal de esa institución. De regreso al Servicio Exterior, se desempeñó como Embajador del Ecuador en Argentina entre 1989 y 1991. De retorno a la Cancillería, volvió a ocupar el cargo de Asesor Técnico Jurídico (1992-94), y luego fue designado Representante Permanente del Ecuador ante las Naciones Unidas, Nueva York (1994-99), donde fue elegido Presidente de la Primera Comisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas. El embajador Valencia se retiró del servicio activo en mayo de 1999. Sin embargo, el canciller Heinz Moeller lo convocó en mayo del 2001 para que prestara nuevamente sus servicios como Asesor Técnico Jurídico de la Cancillería funciones que las ejercería hasta 2003. Su última Misión diplomática la ejerció en el Perú como Embajador durante los años 2005 y 2006.

Desde 1953 fue profesor en varias universidades del país. Es autor de varios libros y publicaciones: “Cooperación internacional en procedimientos judiciales” (1968), “Fundamentos y propósitos de las Naciones Unidas” (1970); “Principios de las Naciones Unidas” (1972); “Protección de los Derechos Humanos (1972); “Los derechos humanos de los trabajadores migrantes” (1975); “El Ecuador y las doscientas millas” (1977); “Análisis de la posición jurídica ecuatoriana en las doscientas millas” (1980); “Primera parte del X período de sesiones de la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar” (1981); “Los recursos del mar” (1981), “Visión del Ecuador” (1982); “Entre la luz y el crepúsculo” (cuentos, 1986); “Conflicto territorial ecuatoriano-peruano” (1988); “Arreglo de controversias según el derecho del mar” (1989); “El desván de los recuerdos” (cuentos, 1994); entre otras. Ha sido reconocido a nivel nacional e internacional con innumerables condecoraciones.

Falleció en Quito el 18 de agosto de 2022.

[2] Historiador y Experto 2 del Servicio Exterior ecuatoriano.